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En Memoria de Alfredo Corvalán (10 Ago 1935 – 24 Jul 2023)

Tres Grandes Luces de la Masonería

Posted on Nov 6, 2015

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Tres Grandes Luces de la Masonería

Alfredo Corvalán

 

       Metafóricamente, las Tres Grandes Luces iluminan los trabajos del Taller, permitiendo discernir por la forma de colocación de las mismas múltiples mensajes. Son denominadas así porque el estudio, meditación y uso ritual de las mismas iluminan el camino iniciático que conduce al conocimiento.

El Libro de la Ley Sagrada sostiene la Escuadra y el Compás que se apoyan sobre ella.

El Libro de la Ley Sagrada sostiene la Escuadra y el Compás que se apoyan sobre ella.

        El Libro de la Ley Sagrada sostiene la Escuadra y el Compás que se apoyan sobre ella, significando así que aquélla es la principal de las Tres Grandes Luces, de la cual reciben su propia espiritualidad. A su vez el Libro de la Ley Sagrada se encuentra colocado sobre el Ara o Altar de los Juramentos, que simboliza el corazón de la Logia, donde incide el eje vertical que comunica el Cielo con la Tierra.

         El Libro de la Ley Sagrada, en nuestro caso, es La Biblia, símbolo de la Tradición Monoteísta de Occidente, que por tal razón fue erigida como la Principal de las Tres Grandes Luces de la Orden, tanto por los llamados francmasones operativos como por los especulativos.

        La Biblia representa el “Verbo Divino en lenguaje humano”, por tal motivo en el ritual del 1er. Grado se encuentra abierta sobre el prólogo del Evangelio de San Juan, que nos dice en los versículos 1,4:

“Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios”.

“Él estaba al principio en Dios”.

“Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho”.

“En Él estaba la Vida, y la Vida era la Luz de los hombres”.

         La Escuadra está generada por la confluencia de una línea recta en dos posiciones distintas y complementarias, una horizontal y otra vertical, lo que nos permite comprender otras tantas lecturas de la realidad y la capacidad del Hombre para superar las apariencias y trascender hacia la Realidad única.

         La línea horizontal simboliza a la tierra y la materia, al tiempo sucesivo que progresa indefinidamente en un nivel o plano de realidad sin posibilidad aparente de salirse. En otros términos, simboliza la inmanencia; es decir, la propiedad por la cual una determinada realidad permanece como cerrada en sí misma, agotando en ella todo su ser y actuar. Se refiere así, entre otros conceptos, a la lectura literal y puramente fenoménica que el Hombre puede tener de sí y del mundo.

          Sin embargo, dado los sentidos múltiples que poseen los símbolos, también simboliza la sumisión a la Ley que regula la rectitud de nuestros comportamientos. También la línea horizontal representa un estado de pasividad y quietud que hace posible la receptividad de las influencias espirituales.

          La línea en posición vertical, que confluye sobre la horizontal para formar la Escuadra, simboliza las influencias espirituales que nos vienen desde lo Alto y representa el tiempo, no sucesivo, sino simultáneo y siempre presente, que al ser percibido en la conciencia nos permite trascender y por ende liberarnos de los condicionamientos y limitaciones terrestres.

          En el Hombre ese eje vertical, esencialmente activo, incide directamente sobre su corazón, el centro del Ser, y a partir de allí comienza a trascender y conocer otros estados cada vez más sutiles de sí mismo, del Universo y del Ser.

          Con la Escuadra se traza el cuadrado o bien la cruz (que se forma por la unión de dos escuadras unidas por sus vértices respectivos), inseparables de la idea de cuaternario. Así lo mismo con los cuatro elementos (aire, agua, tierra y fuego), los cuatro puntos cardinales, las cuatro estaciones, los cuatro periodos de la vida humana, etc. Es decir, todo lo relacionado con la tierra y lo terrestre.

Cuadro del pintor y poeta inglés William Blake, se ve al “Anciano de los Días”.

Cuadro del pintor y poeta inglés William Blake, se ve al “Anciano de los Días”.

         Por el contrario, con el Compás se traza el círculo o circunferencia, figura geométrica que es imagen del cielo y de lo celeste. Es por eso que se asocia el Compás con la luz de la maestría y con la perfección, pues es la herramienta que puede trazar el círculo perfecto. También permite trazar los límites que no debemos transgredir con respecto a ningún hombre.

          El Compás como “ciencia del cielo” y la Escuadra como “ciencia de la tierra”, sintetizan los misterios de la cosmogonía (historias y leyendas acerca de cómo fue creado el mundo y lo en él contenido), que son también los del hombre en su totalidad.

          El cosmos físico era el modelo en que se inspiraban los antiguos constructores para la edificación de los recintos sagrados y las viviendas humanas. Y entre los principales instrumentos utilizados para tal fin destacamos el compás y la escuadra.

         El círculo que dibuja el compás, o su sustituto el cordel, simboliza al Cielo, porque éste en efecto tiene forma circular o abovedada, cualquiera sea el lugar terrestre desde donde se lo observe. A su vez el cuadrado (o rectángulo), que traza la escuadra, simboliza a la Tierra, cuadratura que le viene dada, entre otras cosas, por la “fijación” en el espacio terrestre de los cuatro puntos cardinales señalados por el sol en su recorrido diario. Además, la Tierra siempre se ha considerado como el símbolo de la estabilidad, y la figura geométrica que mejor le corresponde es precisamente el cuadrado o el cubo en la redimensión.

         Para la Ciencia Sagrada, el compás designa la primera acción ordenadora del Espíritu en el seno de la Materia caótica y amorfa del Mundo, estableciendo así los límites arquetípicos del mismo, es decir, creando un espacio “vacío”, apto para ser fecundado por el Verbo Iluminador o Fiat Lux.

        En el Génesis bíblico, la separación de las “Aguas Superiores” (los Cielos) de las “Aguas Inferiores” (la Tierra) dio nacimiento al cosmos, cuya primera expresión fue la creación del Paraíso, que como se sabe tenía forma circular. A este respecto se dice en los textos hindúes: “Con su rayo [radio] ha medido los límites del Cielo y de la Tierra”, y en los Proverbios de Salomón, por boca de la Sabiduría se dice: “cuando [el Señor] trazó un círculo sobre la faz del abismo”.

         Igualmente, en un cuadro del pintor y poeta inglés William Blake, se ve al “Anciano de los Días” (el Arquitecto del Mundo) con un compás en la mano dibujando un círculo. El compás es pues un instrumento que sirve para determinar la figura más perfecta entre todas; imagen sensible de la Realidad Celeste, que es precisamente lo que está simbolizando la cúpula o bóveda del Templo.

         El compás es el emblema de la Inteligencia divina, del “Ojo de Dios” que reside simbólicamente en el interior del corazón del hombre, la luz del intelecto superior que disipa las tinieblas de la ignorancia y nos permite acceder al interior de lo sagrado. Por eso el conocimiento de la “ciencia del compás” implica una penetración en los arcanos más secretos y profundos del Ser.

         El conocimiento plenamente efectivo de esos misterios sería como la culminación, si así pudiera decirse, del proceso mismo de la Iniciación. Pero en el momento de ponerse “manos a la obra”, la casa no se empieza por el tejado. El trabajo comienza por abajo, en definitiva: por los cimientos, por el conocimiento de las cosas terrestres y humanas. Aquí entra en función la “ciencia de la escuadra”, tan necesaria para trazar con orden y juicio los planos de base del edificio y su posterior levantamiento, dándole estabilidad y comprobando el perfecto tallado de las piedras que servirán de soporte y fundamento a la bóveda, techo o parte superior.

          En el trabajo interno es imprescindible, para que éste siga un proceso regular y ordenado, “encuadrar” todos nuestros actos y pensamientos en la vía señalada por la Tradición y la Enseñanza, separando lo sutil de lo grueso.

         Recordaremos, en este sentido, que en latín escuadra también se dice norma, que es también una de las traducciones de la palabra sánscrita darna, la Ley o Norma Universal, por la que son regidos todos los seres y el conjunto de la manifestación cósmica. Podríamos entonces decir que la escuadra es el compás terrestre, porque es la aplicación en la tierra y en lo humano de los principios e ideas simbolizados por el compás.

        Por otro lado, esta unión del círculo celeste y del cuadrado (o cruz) terrestre está en relación con el enigma hermético de la “cuadratura del círculo” y la “circulatura del cuadrante”, que sintetiza los misterios completos de la cosmogonía.

        En efecto, en la “ciencia del compás” y en la “ciencia de la escuadra” están contenidos la totalidad de los “pequeños misterios”, cuyo recorrido es, en primer lugar, horizontal (terrestre), y posteriormente vertical (celeste).

        Existe una aplicación filosófica de la Geometría, que podríamos denominar la “Geometría Filosofal”, que era perfectamente conocida por los constructores medievales, los compañeros y masones operativos, como por todos aquéllos que se dedicaron a la Arquitectura u orden del cosmos como medio de elevarse al conocimiento de lo que el punto primordial simboliza.

        No en vano ya Platón hizo poner sobre el frontispicio de su escuela: “Que nadie entre aquí si no es geómetra”, indicando así que sus enseñanzas sólo podían ser comprendidas por quienes conocían el aspecto cualitativo y esotérico de la geometría. Desde otro punto de vista, el trabajo con el compás y la escuadra sintetiza igualmente todo el proceso alquímico de la conciencia, del que la edificación y construcción no es sino el símbolo.

“Geometría Filosofal”.

“Geometría Filosofal”.

         Por eso en algunos emblemas hermético-alquímicos se vea al Rebis o Andrógino primordial sosteniendo en sus manos el compás y la escuadra, es decir, reuniendo en la naturaleza humana las virtudes y las cualidades del Cielo y de la Tierra, armonizándolas en una unidad indisoluble.

         La unión entre lo superior y lo inferior, entre el Cielo y la Tierra, se representa por la superposición y el entrelazamiento del Compás y la Escuadra; el primero con el vértice hacia arriba y la segunda hacia abajo, semejando a la “Estrella de David” o “Sello de Salomón”.

        Esta complementariedad, que sin embargo mantiene un orden jerárquico, está señalada por la fórmula hermética de que “Lo de arriba [el macrocosmos] es como lo de abajo [el microcosmos] y lo de abajo como lo de arriba”.

         Si La Biblia, como Libro Sagrado, recoge la revelación de la palabra, el Compás y la Escuadra son las herramientas que sirven para aplicar el contenido espiritual de esa revelación en el orden de la arquitectura. También se ha hecho corresponder el Libro de la Ley Sagrada, la Escuadra y el Compás con el Espíritu, el Cuerpo y el Alma, respectivamente.

         Recordemos que uno de los postulados de la Tradición Iniciática de la Humanidad sostiene que el hombre se concibe como una unidad ternaria compuesta de cuerpo, alma y espíritu. El cuerpo es perecedero y sus elementos constitutivos deben cumplir el ciclo de vida y muerte.

         El alma es inmortal y manifiesta una imperiosa necesidad de evolucionar hacia un estado de perfección que posibilite su reintegro al origen, guiada por el Espíritu.

 

Referencias:

  • Corvalán, Alfredo (2008). Masonería y Trascendencia. Montevideo: Ediciones de la Fe.

 


 

Por textos masónicos adicionales puedes consultar nuestra lista completa de trazados o granarquitectodeluniverso.com.

 

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