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En Memoria de Alfredo Corvalán (10 Ago 1935 – 24 Jul 2023)

El origen social de los valores

Posted on Jul 7, 2015

A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·.
Libertad Igualdad Fraternidad

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El origen social de los valores

H.·. Luis Rivas

Log.·. Razón – Nº 80

 

          Descartando que los valores morales provengan de la objetividad del mundo exterior o que surjan en la solitaria subjetividad del individuo aislado, ellos se originan en el relacionamiento social de los seres humanos, es decir, en la intersubjetividad. Pues la subjetividad de uno, en cuanto conciencia de lo bueno o malo de los actos propios y ajenos, en cuanto conciencia moral, sólo es tal en la interacción con la subjetividad de los demás.

Jean Paul Sartre, Fernando Savater y André Comte-Sponville.

          Sartre dijo que es en el mundo que llamamos la intersubjetividad donde el hombre decide lo que es y lo que son los otros. Savater, ejemplificando que cada uno es reflejo y espejo de los demás, ha dicho: “Nadie llega a convertirse en humano si está solo: nos hacemos humanos los unos a los otros”. Y Comte-Sponville explica que la hominización es un hecho biológico, pero la humanización es cultural, y aclara: “Por la primera, somos lo que la naturaleza ha hecho de nosotros. La segunda es lo que ha hecho a la humanidad. La hominización nos distingue de los demás animales. La humanización, de la barbarie o de la inhumanidad”.

Las posturas relativistas que entienden que no hay valores universales, sino que todos son propios de cada cultura y/o época histórica.

          No hay valores que no se produzcan en prácticas sociales. Los individuos socializan en contextos dentro de los cuales toman sentido sus elecciones morales. El intercambio comunicacional de opiniones y experiencias constituye la sociabilidad, y ésta el ámbito donde surge el sentir común de cada cultura. Nuestra conciencia autónoma no está aislada en una burbuja aséptica, sino que, para bien y para mal, se halla infectada de opiniones ajenas y por cuanto le llega desde el exterior. Sobre todo, por lo que le llega en sus primeros seis o siete años de vida, cuando el maleable cerebro es ávido por saber y absorbente de cuanta información recibe de su entorno, pero que, al no estar aún maduro para la crítica racional, no cuestiona y da por válido no sólo los valores y tradiciones que se le transmiten, sino también las cosas imaginarias que se le dicen. De aquí lo malo de transmitir al niño creencias, tabúes y temores infundados; pues, al ir cobrando firmeza sus estructuras cerebrales, harto difícil le será luego desprenderse de tales cosas. La libertad de conciencia precisa superar y obviar esa programación grabada a fuego en el subconsciente o súper yo o como se llame. Todo ello explica nuestra lucha por la laicidad y nuestro empeño porque primen en la opinión pública los valores universales que la masonería promueve. La vida en sociedad requiere normas fundadas en los altos valores comunes para que mejor sea la convivencia en ella.

La vida en sociedad requiere normas fundadas en los altos valores comunes para que mejor sea la convivencia en ella.

           Pero, el origen social de los valores implicaría que, por tanto, ellos son particulares de las sociedades que los sostienen y mutables según el sentir ético-moral en cada época, dando así razón a las posturas relativistas que entienden que no hay valores universales, sino que todos son propios de cada cultura y/o época histórica.

          Opuesta al relativismo, la concepción universalista entiende que hay valores que, por ser imprescindibles para vivir todos en pacífica convivencia, no son privativos de pueblo, tradición o civilización alguna y valen en todas partes y para todos por igual, como, por ejemplo, la primigenia norma de la vida en comunidad: “Proceded con los otros como quisierais que los otros procedieren contigo”.

La concepción universalista entiende que hay valores que, por ser imprescindibles para vivir todos en pacífica convivencia, no son privativos de pueblo, tradición o civilización alguna y valen en todas partes y para todos por igual.

          Al negar la existencia de valores universales, los relativistas niegan esta condición a los de nuestra divisa masónica. Consideran que derechos como el de libertad de conciencia y de religión o de cambiar de religión o de no tener ninguna, el de libre examen de las ideas y de libre expresión de las mismas, el de igualdad de género, etc., son propios de la cultura occidental, en especial del etnocentrismo europeo. Al sostener que sólo hay valores particulares, consecuente es su prédica de tolerancia para todas las culturas, aunque entre éstas las haya intolerantes, integristas, negadoras de la libertad de creencias y de la igualdad de las personas, conculcadoras de derechos humanos, que en casos practican la humillación de la mujer y mantienen –unas más, otras menos– a sus pueblos en sorprendente anacronismo. Y que, contrariando al propio multiculturalismo que las ampara, también consideran universales a sus valores.

Al negar la existencia de valores universales, los relativistas niegan esta condición a los de nuestra divisa masónica.

          El contacto entre culturas diversas con sus valores particulares, en especial entre sus respectivas religiones, genera una inevitable tensión que a veces deriva en violencias. Es “la lucha de los poderes de las creencias”, según expresión que Habermas atribuye a Max Weber. Los hombres no hacen guerras por causa de ciencias exactas; no discuten si dos más dos es cuatro o si el agua hierve a los 100º, se matan por lo que no saben, por lo que ignoran, es decir, por lo que creen.

Los hombres no hacen guerras por causa de ciencias exactas; no discuten si dos más dos es cuatro o si el agua hierve a los 100º, se matan por lo que no saben, por lo que ignoran, es decir, por lo que creen.

          Pero, aunque en toda civilización hay fanáticos religiosos y/o ideológicos que cultivan el oscurantismo y la barbarie, hay también quienes aman la libertad, la democracia, la paz y el progreso. En el conflicto entre las fuerzas de la barbarie y las del progreso, la Masonería combate a aquéllas y apoya a éstas. Y, en el éxito de los hombres racionales y, en especial, razonables radica su apuesta por el logro de entendimientos que acuerden reglas que permitan la coexistencia pacífica entre las diversas creencias y culturas. Quizás así no resulte ya una sociedad unificada en valores, pero sí en instituciones comunes que medien en los conflictos entre sus valores antagónicos y aseguren la paz en ella. La Masonería busca acercar a estos hombres para que ese objetivo sea logrado, aunque no abdica de su lucha para que la dignidad humana sea el valor fundamental de la existencia, rijan en plenitud los Derechos Humanos proclamados -con su decidido apoyo- por las Naciones Unidas, y reinen los, para ella, principios universales de Libertad, Igualdad, Solidaridad, Tolerancia, Laicidad, Paz, Honestidad, etc

En el conflicto entre las fuerzas de la barbarie y las del progreso, la Masonería combate a aquéllas y apoya a éstas.

          La globalización no es de ahora. Comenzó hace más de cien mil años, cuando el Homo Sapiens empezó a expandirse desde África a todo el planeta o, como hoy se diría, por toda “la aldea global”. Los avances tecnológicos de las comunicaciones han acelerado la globalización y provocan un debilitamiento de las soberanías territoriales que parece llevarnos a una vida social sin fronteras y a aceptar que somos, como se decían Sócrates y Diógenes, “ciudadanos del mundo”. Los masones debemos bregar por un consenso universal en preceptos morales que constituyan una ética básica universal -por tanto, necesariamente laica- que rija eficazmente la convivencia de todos los hombres del mundo. Ello nos permitirá seguir teniendo en el eterno horizonte de nuestro itinerario la meta de la Fraternidad Universal hacia la cual orientar nuestras conductas. Aquello es nuestra causa urgente, y ésta, nuestro sueño irrenunciable.

 

Referencias

  • Sartre, Jean Paul (29 de oct., 1945). El existencialismo es un humanismo [conferencia].
  • Savater, Fernando  (2014). Las preguntas de la vida. Madrid: Editorial Educa.
  • Comte-Sponville, André (2011). El placer de vivir. Madrid: Paidós Ibérica.
  • Habermas, Jürgen. La lucha de los poderes de las creencias. Karl Jaspers y el conflicto de las culturas.

 

Por textos masónicos adicionales puedes consultar nuestra lista completa de trazados o granarquitectodeluniverso.com.

1 Comment

  1. me gustaría seguir recibiendo planchas y trabajos vuestros. T:.A:.F:.

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