Cabalá y trascendencia
A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·.
Libertad Igualdad Fraternidad
Cabalá y trascendencia
Alfredo Corvalán
La palabra cabalá proviene del hebreo antiguo y significa “tradición recibida”. Esta tradición es una sabiduría de vida que nos propone conocer el porqué y el para qué de las cosas. ¿De dónde vinimos y hacia a dónde vamos? ¿Cuál es el sentido verdadero de nuestra existencia?
La Cabalá es la experiencia directa y pura de lo trascendente. Es el conocimiento vivenciado acerca de Dios, de la Creación y del ser humano, que permite un despertar interior a la iluminación y a la comprensión de la verdadera realidad.
Además, la Cabalá es la sabiduría de la unidad. “¿Dónde está la sabiduría?”, pregunta el discípulo. Y el maestro responde: “En los ojos, en el corazón y en las manos”, es decir, en el pensamiento, en el sentimiento y en la acción ((Cuento jasídico del siglo XVIII.)). Es el aprendizaje de la unidad. Según la Cabalá, el verdadero conocimiento conduce al amor, y el verdadero amor conduce al conocimiento ((En referencia al Génesis bíblico: relación amorosa y descendencia de Adán.)).
Los cabalistas parten de la siguiente idea: el significado interno y oculto de las cosas (es decir, lo que ellas realmente son) no puede ser comunicado directamente, sino que hay que saber encontrarlo. Por esto, la enseñanza se da, en esencia, por implicación y no por aseveración. De esta manera, muchos son los pasajes simbólicos y los libros escritos en códigos secretos que sólo bajo la tutela de un cabalista el discípulo podrá comprender.
Al respecto, se dice en el Talmud, obra principal de la tradición oral judía: “Si lo que se lee es cuerpo, lo que se escucha es alma”, por eso la transmisión es “de boca a oído”.
Aunque la Cabalá se fundamenta en una tradición, está abierta a la ampliación y a la renovación. La Cabalá puede adoptar muchas y variadas formas. Puede presentarse en un libro sagrado, en una meditación o puede aparecer como una guía espiritual. También puede aparecer en una danza mística, en altos estudios filosóficos o en un diálogo íntimo y sencillo con Dios.
Una de las enseñanzas fundamentales de la Cabalá es la relativa al árbol de la vida. Las diez sefirot del árbol de la vida son esferas, regiones de la conciencia. También emanaciones, atributos o estadios de revelación de Dios. El Dios oculto, el ser más profundo de la Divinidad primordial, lo absoluto, no posee cualidad ni atributo alguno. Esto se llama en Cabalá “ein sof”, in-finito o también in-definible.
Pero, en el proceso en que este ser oculto se manifiesta y actúa en la Creación, posee atributos. Es decir, hay un aspecto incognoscible de Dios, que es el ein sof y otro cognoscible, que radica en las sefirot, atributos y estadios. Éstas no son un intermedio entre el hombre y Dios, sino las fases diversas de su manifestación; porque todo es Dios.
En realidad, los dos mundos son uno, como el carbón y la llama: el carbón existe también sin la llama, pero su poder latente no se manifiesta sino en la luz. Los atributos místicos de Dios son como mundos de luz en lo que se expresa la naturaleza oculta del ein sof. No son jerarquías en un sentido lineal, sino grados de integración creciente.
Las sefirot ((La dimensión interior. Recuperado: 10 de mayo de 2014. En línea: http://www.dimensiones.org/canales/basicos/2%20intro%20avanz/01%20keter.htm)) son diez en total:
- Keter: Corona Suprema de Dios. Voluntad Primordial.
- Jojmá: Sabiduría o idea primordial.
- Biná: Inteligencia. Diferenciación o distinción. Entendimiento.
- Jesed: Bondad, cariño.
- Gevurá o Din: Poder de Dios manifestado como juicio, rigor y límite.
- Tiferet o Rajamim: Compasión. Armonía. Mediadora entre las dos sefirot anteriores. Belleza.
- Netzaj: Gloria, victoria. Infinita paciencia de Dios.
- Hod: Majestad. Esplendor. Reconocimiento.
- Iesod: Base o fundamento de todas las fuerzas activas de Dios.
- Maljut: Reino de Dios.
El árbol de la vida es símbolo, un mapa cabalístico con el cual podemos desarrollar toda una línea de pensamiento, un sistema de meditación y crecimiento espiritual. En la Cabalá se denomina or (“luz”) a la energía recibida de Dios, que resulta comprensible a los seres humanos a través de las diez sefirot.
La fe es el primer principio moral y corresponde a la primera de las sefirot, es decir, a Keter. Cada una de las diez sefirot del árbol de la vida está asociada con una virtud espiritual. En la Cabalá, la fe se describe como “or ein sof” (luz in-finita), que llena todos los sentidos de una persona. La búsqueda de la luz, que es pura interioridad, comienza dentro de nuestro propio ser, puesto que todos hemos recibido la semilla de la luz.
Si desarrollamos nuestra fe y revelamos una conducta moral adecuada, aquélla podrá recibir más luz y germinar. El árbol de la vida es un entrenamiento en el arte de la fe, porque la fe para el cabalista es la transformación interior que surge cuando uno toma conciencia vívida y real de la presencia de Dios en todas las cosas, de tal manera que así se sacraliza toda su vida.
Pero no es ésta la fe de la necesidad (ésa no se considera fe), sino la fe de saber y tener la certeza interna de que todo guarda un sentido profundo. El término que en hebreo significa fe (emuná) comparte su raíz con amén, “certeza”. Cuando uno dice “amén” después de un rezo, está expresando “así sea”. Entonces, la palabra amén implica la certeza de lo espiritual. Amén y emuná tienen la misma raíz, o sea que, en realidad, lo único cierto que el hombre puede tener es la fe.
El árbol de la vida es una llave maestra que permite al hombre tomar conciencia de lo que es verdaderamente un ser humano y del valor de una conciencia. Porque una conciencia tiene el valor de crear, cambiar o destruir mundos. Nada es más fuerte que una conciencia.
Dios es conciencia, el espíritu es una conciencia de la conciencia. Nosotros quizás seamos hologramas de una macro-conciencia. Conciencia dentro de una gran conciencia. La palabra conciencia es de origen relativamente reciente. Antiguamente se usaban los términos percepción o conocimiento con ese sentido.
“Conócete a ti mismo”, la inscripción grabada en el frontón de Delfos, alude a un contemplarse, a un acto consciente. El número del hombre es 6. El número de Dios es 1. El 7 es la unión del hombre y Dios. Entrar en la liberación espiritual es ponerle el 1 al 6, lo que daría como resultado el 7, porque el 6 es nada más que un medio si no tiene el 1.
Referencias bibliográficas:
- Corvalán, Alfredo (2008). Masonería y trascendencia. Montevideo: Ediciones de la Fe.
- Szalay, Ione (2006). Kabaláh [6ta. edición]. Buenos Aires: Editorial Kier.