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En Memoria de Alfredo Corvalán (10 Ago 1935 – 24 Jul 2023)

¿Son incompatibles Masonería y Religión?

Posted on Feb 7, 2015

A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·.
Libertad Igualdad Fraternidad

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¿Son incompatibles Masonería y Religión?

Alejo  Neyeloff

ex Gran Maestre, Gran Logia de la Argentina

 

 

(Nota del autor: Este trabajo fue escrito en abril de 1996 y leído en varias conferencias dictadas en diversas ciudades de la República Argentina, en instituciones masónicas y públicas no masónicas.)

 

         Siendo también destinado a un público ajeno a la Masonería, comenzaré este trabajo diciendo que la Masonería es una escuela formadora de hombres, y que la definimos como una institución filosófica, filantrópicas y progresista, pero sin que ello implique la afiliación individual o colectiva a una escuela o línea de pensamiento determinada, pero donde los masones una vez incorporados o iniciados, como lo denominamos, mediante su asistencia regular a reuniones de una Logia determinada, en las cuales mediando un absoluto respeto por las exposiciones de otros asistentes, se analizan ideas, ideales y puntos de vista sobre la realidad del mundo que nos rodea; con el objetivo de mejorar la naturaleza individual del ser humano.

Nuestro filosofismo está orientado a proveer al hombre de un universo mental adecuado para la eterna búsqueda de la verdad como conocimiento, búsqueda para la cual no reconoce otro límite que el de la razón humana basada en la ciencia.

         Nuestro filosofismo, por otra parte, está orientado a proveer al hombre de un universo mental adecuado para la eterna búsqueda de la verdad como conocimiento, búsqueda para la cual no reconoce otro límite que el de la razón humana basada en la ciencia. Los puntos de vista de cada Hermano asistente, lógicamente pueden ser diversos, pero la visión de todos está dirigida hacia la misma realidad y los mismos objetivos humanitarios, razón por la cual aquello que cada uno perciba tendrá significados coincidentes, aunque lo sea con la interpretación individual de cada Hermano.

          Se busca que el hombre realice por sí suficiente transformación mental como para sentirse motivado por los valores de la existencia humana, y que ellos sean percibidos desde la intimidad de su ser. Creemos que ello es posible partiendo de un filosófico ignorar, para después comprender el conocimiento de las causas y obtener conclusiones, donde la experiencia otorgue el carácter de realidad, ajustándose por este camino al principio hegeliano que nos enseña “que lo racional es real y lo real es racional”.

          La filosofía parte de lo opuesto, o sea, de la conciencia de no tener un conocimiento determinado; se percata de aquello que ignora, y por la investigación de lo hasta ese momento desconocido obtiene un determinado conocimiento de la materia en discusión.  La Masonería recorre este camino por la vía de lo simbólico, utilizando las herramientas de la albañilería como símbolos, desapegados de nuestros conocimientos anteriores, a través de los cuales logra que el principiante se haga cargo de su ignorancia, y comience a formularse preguntas como: ¿qué es esto?, ¿dónde estoy?, ¿qué hago aquí? Así una vez más se acerca a los principios de la escuela filosófica que enseña a formularse preguntas.

El masón utiliza la filosofía porque ella enseña el saber por la vía de la razón, tomando una dimensión particular por ser la ciencia de la totalidad de las cosas en su búsqueda por conocer sus causas finales.

          El masón utiliza la filosofía porque ella enseña el saber por la vía de la razón, tomando una dimensión particular por ser la ciencia de la totalidad de las cosas en su búsqueda por conocer sus causas finales.  Los masones deben sacudirse de sus vestiduras el polvo de sus preconceptos al ingresar a la Logia, para que los objetivos de su filosofía, de la filantropía y sus metas de progreso para la humanidad sean mejor comprendidos y no entorpezcan el proceso de su aprendizaje. 

          En nuestra tarea cotidiana utilizamos el aporte de la filosofía, comprendiendo aquello que no tiene existencia real pero que abarca indiscriminadamente a todos los particulares, conceptos de los que ciencia alguna puede prescindir.

Los masones deben sacudirse de sus vestiduras el polvo de sus preconceptos al ingresar a la Logia, para que los objetivos de su filosofía, de la filantropía y sus metas de progreso para la humanidad sean mejor comprendidos y no entorpezcan el proceso de su aprendizaje. 

          Debe comprenderse que un aprendizaje filosófico es vivencial. Por ejemplo, citado por Bergson, él afirmaba que sólo después de haber visitado París durante veinte minutos se puede comenzar a comprenderla, pese a todo lo que se pudiera estudiar antes de visitarla.  Admitiendo esta explicación, comprenderemos que la metáfora que aplicamos los masones de cincelar una piedra bruta aplicando el mazo y el cincel, en nuestro trabajo intelectual, conduce a la mejoría de sí mismo, convirtiendo la piedra bruta de cantera en una piedra cúbica, pulida aunque siempre perfectible.

          A diferencia del aprendizaje por memorización, la experiencia que significa el intercambio disciplinado de ideas enriquece nuestro acerbo intelectual, intercambio que interpretamos como el camino para conocer la realidad y para la verdadera convivencia entre los seres humanos, al haber compenetración razonada de conocimientos.

          En la Orden, en todo el mundo, en todas sus Logias, se le rinde homenaje a la bandera patria, venerando así al símbolo patrio de cada uno de los presentes.  De igual forma, comprendemos el concepto de Ser Supremo, del Gran Arquitecto del Universo (que no es una divinidad determinada, sino un concepto que comprende cada masón con el respeto por la idea del principio creador que le sea más cara). No es el Dios; como lo comprenden los cristianos, ni Jehová, ni Buda. Es el Ser Supremo tal como lo admita cada miembro. Es el símbolo de las supremas aspiraciones e inquietudes de los hombres, que anhelan captar la esencia, el principio y la causa de todas las cosas.  Ésa es la función de la universalidad filosófica de la expresión masónica.

El Gran Arquitecto del Universo no es una divinidad determinada, es el Ser Supremo tal como lo admita cada miembro.

          Esta generalización conceptual facilita la convivencia entre todos los masones, que pertenecen a distintas religiones; también evita lesionar convicciones personales y favorece una entrega afectiva que atenúa la posibilidad de crear situaciones conflictivas. Asimismo, sirve de piedra angular para el concepto de Fraternidad. Como consecuencia de filantropía o caridad, reconocemos que todos somos hermanos; recordando las palabras del Maestro cuando dijo «cualquier cosa que hicierais a mis hermanos menores, me la habéis hecho a mí».

          Los masones intentamos que la beneficencia esté basada en la necesidad de ser útil al prójimo, colaborando para que el carenciado comprenda que él es el primero que debe aprender a ayudarse a sí mismo. Por ello nos apresuramos a explicar que la Orden no es solamente una Sociedad de Socorro integrada por personas dadivosas, sino que cada uno debe ser para el otro una necesidad inherente a la humanidad. Éstas son las pautas que trasladaron a ámbitos sociales más extensos los antiguos constructores de catedrales, quienes fueron los primeros masones en la búsqueda de remedios para los desajustes propios de la época. Esto fue mal visto o incomprendido por los partidarios del nihilismo, que consideraban que previo a cualquier reacondicionamiento era necesaria la destrucción de todo lo que ellos consideraran nocivo.

El respeto a los derechos individuales y de la sociedad le impone a los masones ser fieles a dichos ideales, ajustando su conducta individual a los principios que proclama y respetando la palabra empeñada por íntima convicción y decisión. La Masonería considera que la moral es tanto un arte racional como un fenómeno evolutivo propio de la vida colectiva que obedece a leyes naturales.

          Ello provocó innumerables ataques a la Masonería, obligando a los masones a actuar discretamente, sin roces ni choques, usando la prudencia como arma persuasiva. Así, por medio de la más alta tolerancia (respetando las opiniones políticas y las creencias religiosas de cada uno, en actitud amistosa hacia terceros para examinar juntos los problemas, aunque sin transigir ante prejuicios ni aceptar las limitaciones impuestas por consideraciones egoístas o faltas de equidad), la Masonería fue difundiendo sus principios, basados en que el conocimiento es la fuente primaria del poder y que el verdadero progreso de la humanidad tiene que estar cimentado en la instrucción generalizada, que fue lo que impulsó y motivó a que los masones argentinos de la segunda mitad del siglo XIX redactaran y sancionaran nuestra Ley de Educación común, laica, gratuita y obligatoria; que busca la capacitación por medio de la cultura para dignificar la vida humana.

          Únicamente el desarrollo superior de la conciencia permite hacer uso lícito y más amplio de los derechos y las libertades individuales, las que terminan  dónde comienzan las del prójimo. Esta premisa desde siempre ha estado sostenida por esta progresista institución, que a tal efecto tiene como lema la difusión de la ciencia con justicia y con Trabajo.  Esos ideales arraigados en los masones les hacen abominar del fanatismo y repudiar los regímenes de fuerza y de violencia, por ser contrarios a la razón y denigrantes para la especie.

El respeto a los derechos individuales y de la sociedad le impone a los masones ser fieles a dichos ideales, ajustando su conducta individual a los principios que proclama y respetando la palabra empeñada por íntima convicción y decisión. 

          La Masonería considera que la moral es tanto un arte racional como un fenómeno evolutivo propio de la vida colectiva que obedece a leyes naturales. Siguiendo este criterio, los masones juramentan no actuar corporativamente, trasmitiendo a nivel individual su accionar y su ejemplo.

La masonería es filosófica porque orienta al hombre hacia el estudio y la investigación racional de la naturaleza, buscando en la reflexión filosófica la penetración en el sentido espiritual del movimiento de la historia, asimilando de cada esquema filosófico aquello que signifique un aporte al patrimonio de la verdad, más allá del tiempo y del espacio. 

          Resumiendo esta primera parte debemos decir que la masonería es filosófica porque orienta al hombre hacia el estudio y la investigación racional de la naturaleza, buscando en la reflexión filosófica la penetración en el sentido espiritual del movimiento de la historia, asimilando de cada esquema filosófico aquello que signifique un aporte al patrimonio de la verdad, más allá del tiempo y del espacio. 

          La Masonería es filantrópica porque desea el bienestar de todos los seres humanos por igual, destinando sus esfuerzos y sus recursos al progreso y el perfeccionamiento del hombre, sin distinción de nacionalidades, razas, credos, sexo o religión.  Ya lo expresó el Hno∴ Ramsay en 1725 con las siguientes palabras: “Toda la especie humana es una sola familia dispersa sobre la faz de la tierra; todos los pueblos son hermanos y deben amarse unos a otros como tales. ¡Desdichados los impíos que buscan una gloria cruel en la sangre de su hermano!”.

 La masonería es progresista porque enseña y practica la solidaridad con absoluta libertad de conciencia. Investiga la verdad sin prejuicios ni obstáculos, desechando el fanatismo y estudiando toda nueva aportación de la invención humana, con respeto absoluto a las normas de la ética.

          Finalmente, la masonería es progresista porque enseña y practica la solidaridad con absoluta libertad de conciencia. Investiga la verdad sin prejuicios ni obstáculos, desechando el fanatismo y estudiando toda nueva aportación de la invención humana, con respeto absoluto a las normas de la ética.

          Flecha de un anhelo proyectado al porvenir, sus esfuerzos del pasado han contribuido a los progresos del presente de la humanidad, pero la masonería aspira a que por la evolución y el esfuerzo organizado de la sociedad, con educación y en libertad, se logre el perfeccionamiento de los medios de vida civilizada. Hemos afirmado que la Masonería no está adherida a una corriente filosófica determinada. Demostraremos ahora que no es una religión, pues sus miembros no pertenecen a una sola y determinada.

         La Masonería, por sobre toda clase de discusiones, ofrece a los amantes de la Verdad el terreno más apropiado para el desarrollo de la búsqueda del conocimiento y para una verdadera y humana unión fraternal. No reconoce en la investigación científica ninguna autoridad superior a la razón humana, y rechaza por tanto, las verdades reveladas que aceptan las religiones positivas.

          En todo el mundo la Masonería admite en su seno a personas de todos los credos religiosos, sin distinción, y sólo les exige que sean honrados y mentalmente libres, creyentes en un principio creador, que sean tolerantes y que respeten opiniones sinceramente expresadas, estando por lo tanto exentos de fanatismos, egoísmos y supersticiones.

          Esta base, indiscutiblemente aplicada en todas las logias masónicas del mundo, es la que les permite compartir sus trabajos en fraternidad.  Su sentido universalista hace que no exista otra Institución que aplicando criterios tan amplios y progresistas logre que trabajen juntos por el desarrollo armónico de la humanidad tantos seres provenientes de razas y credos diversos.

           El ideal masónico se logra a través de la evolución que transcurre con los siglos. Nace de la toma de conciencia que percibe el hombre  cuando comienza a comprender la naturaleza y logra edificar racionalmente los habitáculos dentro de los cuales protegerse a sí y a su familia de las inclemencias del tiempo.  Esos artesanos constructores fueron migrando por todo el mundo y con el tiempo comprendieron que debían resguardar su arte, agrupándose en corporaciones o logias, que dirigidas por maestros constructores enseñaran el oficio a sus descendientes.  Su experiencia hizo que se crearan los grados: el de los aprendices, el de los compañeros y el de los maestros. Los conocimientos fueron trasmitidos oralmente durante siglos, en forma reservada, para defender así los misterios propios del arte perfeccionado por cada maestro.

“Toda la especie humana es una sola familia dispersa sobre la faz de la tierra; todos los pueblos son hermanos y deben amarse unos a otros como tales.»

          El brillo de la civilización helénica permite una gran difusión del arte de esos obreros artesanos, y en varias obras literarias  y poéticas  encontramos referencias de su existencia y accionar.

          Es difícil admitir una sola teoría sobre algunos nombres hoy aceptados. En latín el vocablo macio significa “cortador de piedras” y en griego masso significa “apretar” de donde extraemos que es tarea del constructor “apretar piedras unas contra otras” para poder levantar los muros.  En lenguas no tan antiguas, encontramos en inglés y en francés los términos mason y maςon que también se traducen como albañil. Y esos artesanos constructores, masones, se reunían en los referidos grupos cerrados que llamaron guildas o logias, vocablo existente en uno de los idiomas más antiguos, el sánscrito, en el cual significa “mundo o  universo”.

          Estas corporaciones, existentes en la antigüedad, florecieron en la Europa de los siglos del barroco y del renacimiento, existiendo documentos que revelan su labor en los siglos X al XV, con constituciones luego aprobadas por reyes y emperadores. El perfeccionamiento de su arte evolucionó a través de los siglos, creando obras que perduran hasta hoy, las que materializaron diversas logias que adquirieron paralela fama a la de sus obras, como la Logia de Estrasburgo, cuyos miembros eran requeridos luego de la brillante demostración de su saber, lograda con esa eximia obra que fue su catedral, la cual admiramos hasta hoy y cada vez más.

          Así también lo hacemos con las de Chartres, Reims, Amiens, Notre Dame y la Basílica de San Martín de Tours, del Siglo XI, en Francia; las de Köln y de Ulm, en Alemania; San Esteban, en Viena, Austria; la Iglesia de San Miguel, en Pavía, del Siglo VIII y luego con las catedrales de Siena y de Florencia, en Italia; las de Burgos, Toledo, Barcelona y Sevilla, en España; las de Salisbury y de Westminster, en Inglaterra. En este último país, el arte sin par del eminente y reconocido masón Sir Christopher Wren durante fines del siglo XVII y principios del siguiente, nos ha dejado marcas indelebles de su genio, que por fortuna aun hoy podemos admirar, pues se trata de expresiones que perduran y se agigantan por el paso de su majestad el tiempo.

          Los masones, a través de las negociaciones con los poderosos de la época para convenir la construcción de esas obras, catedrales o palacios, comprendieron la fuerza de la inteligencia y las posibilidades que ella les otorgaba para obrar con libertad.  Las negociaciones patrón/ejecutor crearon de hecho los primeros sindicatos de trabajo.  Cuando las obras escasearon, debido a las crisis de los siglos XV y XVI, devastados por guerras y enfermedades, los masones artesanos comprendieron que debían permitir el ingreso a sus Logias de personas ajenas al gremio, para fortalecer la transmisión de las ideas de libertad que evolucionaron con ellos.

          Así aparece el nombre de “libres y aceptados masones”, que hasta hoy encontramos en nuestras logias. Libres, porque son hombres que actúan libremente, que no tienen compromisos morales. Aceptados, porque ingresan a las logias sin ser artesanos. El término francmasón, o free mason, es universalmente aceptado por tal razón, y es idéntico al de masón, que prefiero utilizar actualmente. De esos ingresos de free masons, existen actas de logias de principios del siglo XVII que lo comprueban, lo que hizo que las logias crecieran y proliferaran, pero conservan el nombre y adoptan el simbolismo de sus herramientas.  El hombre siempre necesitó símbolos.  Los usa desde la antigüedad para transmitir su arte y su conocimiento, como la escritura. Expresiones gráficas, las letras y los números es lo primero que conocemos y con lo que contamos para nuestro diario convivir.

Logia de Estrasburgo, cuyos miembros eran requeridos luego de la brillante demostración de su saber, lograda con esa eximia obra que fue su catedral, la cual admiramos hasta hoy y cada vez más.

          Los masones continuamos utilizando las herramientas como símbolos que nos enseñan a perfeccionar al individuo, dándole a cada una de ellas la interpretación que cada uno mejor comprenda.  En 1716 los hermanos integrantes de cuatro logias londinenses resolvieron buscar la forma de unificar su accionar, mediante una reglamentación común a todas. El predicador presbiteriano Dr. Jacobo Anderson compiló antiguos documentos existentes y sobre sus bases redactó el Libro de las Constituciones, que fue aprobado en una reunión magna en 1723.  Ello permitió su organización administrativa y la difusión ordenada del conocimiento de los principios de la masonería, que ya hemos explicado, y que sus miembros desde entonces transmitieron por todo el mundo.

          Adhirieron entusiastamente a su labor ciudadanos de Inglaterra, Francia, Alemania, Italia y España. Conocieron así una herramienta que permitía dignificar la labor del hombre, trabajar por su libertad e independencia.  Fueron continuadores de las enseñanzas del Padre de la didáctica, Comenius, que en 1628, en plena época oscurantista, cuando los tribunales de la inquisición funcionaban con todo rigor, este ilustre masón pedía para el progreso de la humanidad, escuelas y libros para todos y un idioma universal, para entendernos mejor.

Padre de la didáctica, Comenius, que en 1628, en plena época oscurantista, cuando los tribunales de la inquisición funcionaban con todo rigor, este ilustre masón pedía para el progreso de la humanidad, escuelas y libros para todos y un idioma universal, para entendernos mejor.

          En las Logias del Siglo XVIII se difundieron esos principios y cuando los hermanos comenzaron a actuar individualmente, temblaron los tiranos, pues los maestros, fieles a sus juramentos, dieron su sangre en la lucha por la igualdad, que para los masones es el reconocimiento de la capacidad de todos los hombres para el disfrute de iguales derechos con equivalente responsabilidad y obligación, pero todo ello en libertad.

          A mediados del siglo XVIII se forma en Francia la escuela enciclopedista, que es la manifestación del espíritu racionalista, liberal, cientificista y empirista que proclamó la superioridad de la razón frente a la autoridad, la tradición y la fe, cuyos artífices fueron los hermanos masones Voltaire, Diderot y D’Alembert.

          Para comprender mejor la razón de la inicial oposición de la más alta jerarquía de la Iglesia Católica Apostólica y Romana a la Masonería, debemos recordar algunos hechos históricos, que como tales son irrefutables, y que dan pie a una teoría que hasta ahora no ha sido refutada. 

          Hasta el año 1500 la Iglesia Católica y su poder central político en el Vaticano dominaban el mundo occidental.  Las casas reales actuaban con su visto bueno y los matrimonios de sus sucesores debían allí ser previamente aprobados, pues significaban la continuidad de su predominio.

          A principios del siglo XVI, el poder central religioso en Roma organiza una gran colecta para reunir fondos que permitieran completar la construcción de su obra máxima, la catedral de San Pedro, la que era considerada imprescindible, para demostrar, con una sede esplendorosa, la majestad de su autoridad, pero para ello dispuso que se entregaran indulgencias que eran más generosas en función de un mejor aporte. Esto excitó algunos círculos opuestos al boato de los núcleos dirigentes, que en las últimas décadas había sido dominado por los Borgia, de cuyas anécdotas poco felices y menos religiosas es innecesario abundar aquí en detalles, históricamente recogidos por autores indiscutidos en cuanto a la veracidad de sus versiones.

          La venta de indulgencias desbordó el vaso, y el agustino alemán, doctorado en teología y sagradas escrituras Martín Lutero redactó su tesis con 95 proposiciones e inició un movimiento de protesta que culminó con su separación de la iglesia romana, creando el protestantismo, que rápidamente se difundió y se asentó en Alemania, donde la mayoría de sus diócesis se le unieron, rompiendo con el Vaticano, que le excomulgó.

          Encendida esta mecha, por causas totalmente ajenas y nada religiosas, pero influenciado por las teorías luteranas, en Inglaterra Enrique VIII dispuso el cisma creándose el anglicanismo, que tomó forma con la redacción del Book of the Common Prayer durante el reinado de Eduardo VI, hijo de Enrique VIII muy pocos años después.  El movimiento separatista se completó en sólo dos décadas con la labor de Jean Calvin o Caulvin, conocido por nosotros como Calvino, teólogo, sistematizador de Lutero, que perseguido por el parlamento francés se refugió en Suiza, sentando base en Ginebra, donde organizó el Centro de la Reforma.

           Estos cismas le hicieron perder a Roma el dominio espiritual y económico de tres grupos étnicos, que hoy llamaríamos países: Alemania, Inglaterra y Suiza.  En Francia no logró vulnerar el dominio papal, pero la jerarquía francesa comprendió las razones del cisma y se fue aggiornando, tomando distancia de algunas influencias romanas y hasta el día de hoy, aún católica romana, la iglesia francesa tiene una gran independencia de acción.

           Dije antes que la Masonería se organizó, como la conocemos hoy, entre 1717 y 1723. A partir de entonces, se fundan Logias en toda Europa, luego Grandes Logias en cada país que gobiernan la acción de aquéllas, pero todas respetan un esquema organizativo, administrativo, común.  Hasta el día de hoy, no existe un súper poder central, mundial, de la Masonería, sino que todas las Grandes Logias, una por país, salvo algunas excepciones en países extensos y de importante número de miembros, como los EE.UU. o la República Federativa de Brasil, donde hay más de una Gran Logia, se rigen por una sola y uniforme Constitución, aquella de 1723.

          Cuando las logias comenzaron a fundarse por toda Europa, como una respuesta a las necesidades de sus ciudadanos, que ya comprendían que los tiempos del vasallaje debían terminar, y que un movimiento de libertad del pensamiento debía desarrollarse, nuevamente el Vaticano encendió su luz de alarma.  Le había costado 200 años recomponer sus fuerzas luego de las pérdidas antes señaladas de los movimientos separatistas, recomposición en la cual tuvo mucho que ver la conquista de América y el oro que ella le aportó a la corona de España, dominada por el Vaticano, cuando tomó conocimiento de este nuevo movimiento, que le daba fuerza al hombre para pensar por sí mismo. Entonces, antes de sentarse a conversar, buscar que se unificaran esfuerzos para el desarrollo de la civilización, pues quizás, y esto lo debemos admitir los masones, no hubiera entonces un interlocutor válido que interpretara el sentimiento de todos los masones, el moribundo Papa Clemente XII, en su lecho de muerte, firmó una Bula de Excomunión que alcanzaba a todos los católicos que adhirieran a la Masonería.

          Esa Bula fue repetida posteriormente por otros Papas, para reafirmar la rigidez de la decisión, como si una orden de un Papa no fuera suficiente; pero a lo largo de la historia, ella no ha sido impedimento para que católicos conscientes de la fuerza moral de las instrucciones masónicas adhirieran a la Orden y trabajaran en ella y con ella por el bien de la humanidad.  Porque el hombre moderno comenzó a surgir cuando tomó conciencia de que las ideas de su ancestral creencia y su cultura no son absolutas, lo que comprendió al ensancharse su mundo, a través del impulso de la navegación y después de la comunicación; al poder conocer otras culturas, otros ideales, tan civilizados como los propios.

          En los movimientos separatistas de América intervinieron muchos sacerdotes católicos, entendiendo que ello era más necesario que respetar una orden que había sido dictada sin el debido conocimiento de la situación. El tema de esa labor y pertenencia a la Orden es motivo de otros trabajos, pero debo destacar que en las distintas Grandes Logias masónicas esparcidas por todo el mundo, hoy se sientan, entre sus miembros, lo que he podido comprobar personalmente más de una vez, muchos obispos y sacerdotes católicos, junto a eclesiásticos de otras religiones, pues todos sus miembros, pasados y presentes, y sin duda los futuros, trabajamos por el mismo fin: el perfeccionamiento y la educación del hombre en su lucha por la paz y el bienestar de la familia, base y núcleo de toda sociedad.

 

Referencias

  • Rituales de la Masonería Argentina.
  • Conferencias del autor, dictadas en Logias e Instituciones Argentinas y del Exterior.
  • “San Martín, la Logia Lautaro y la Masonería”. Fabián Onsari, Avellaneda, P.B.A., 1951.
  • “Points de Vue Initiatique”, Gran Logia de Francia, 1995.
  • “El Hombre y su Cultura”, Gran Logia de Chile, 1994.
  • “Masonería e Iglesia Católica”. R.P. José A .Ferrer Benimeli, S.J., Zaragoza, España.
  • “Diccionario Enciclopédico de la Masonería”. Lorenzo Frau Abrines y Rosendo Arús Arderiu. Editorial Kier, Buenos Aires, 1962.

 

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