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En Memoria de Alfredo Corvalán (10 Ago 1935 – 24 Jul 2023)

Manuel Oribe, el militar, el estadista, el masón.

Posted on Mar 7, 2015

A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·.
Libertad Igualdad Fraternidad

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Manuel Oribe, el militar, el estadista, el masón

(Semblanza biográfica)

Compilación de trabajos presentados en tenidas de Primer Grado de la Resp.∙. Log.∙. Simb.∙. Manuel Oribe No 190, entre agosto y diciembre de 2014, por los RResp.∙.HH.∙. JK y RA.

 

         El Brigadier General y Resp.·. H.·. Don Manuel Ceferino Oribe de Viana (26 de agosto de 1792 y el 12 de noviembre de 1857) es protagonista de momentos cruciales durante el surgimiento del Uruguay independiente. En primer término, por su participación en el período de la Patria Vieja, acompañando a José Artigas; posteriormente, integra, como segundo jefe, la Cruzada Libertadora de los Treinta y Tres Orientales. En el desempeño de la primera magistratura, Oribe se destaca por sus condiciones de estadista; finalmente, en la Guerra Grande que transcurre entre 1839 y 1851, la república se dividió en dos: por un lado el denominado gobierno de la defensa, con base en Montevideo; por otro, el gobierno encabezado por Manuel Oribe en el Cerrito. Por eso varios historiadores lo consideran el verdadero fundador de la república.

Figura ecuestre del general Oribe. Viste uniforme militar. En su mano derecha empuña un sable en actitud de saludo. El basamento luce la inscripción en letras de bronce aplicadas: “Oribe”.

Orígenes familiares que marcaron parte de su destino

        Decía Ortega y Gasset al respecto de la libertad y el libre albedrío: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a Ella, no me salvo yo”. La vida de Manuel Ceferino Oribe de Viana (65 años) trascurre durante la época más revulsiva de la formación de la nueva nación oriental, y en gran parte está definida por sus orígenes familiares nobles, fundamentalmente su herencia militar.

         Descendiente de las primeras familias coloniales, fue su abuelo materno José Joaquín de Viana, Mariscal de Campo, Primer Gobernador de Montevideo, y a quien los vecinos llamaban “Nuestra Madrecita”, por su valor, hidalguía y noble carácter protector. Una de las hijas de este militar y político, doña María Francisca de Viana y Alzáibar, será la madre de Don Manuel Ceferino y once hijos más.

        La línea paterna se remonta a comienzos del Siglo XVII, en la región de Valladolid, donde se encuentran registros en la Real Cancillería de la región de su tatarabuelo Francisco Oribe Salazar, su bisabuelo de nombre Pedro, su abuelo Francisco Oribe, quien fue Alcalde y Diputado en Barriga, jurisdicción de Alba de Losa y Administrador de la Renta de Tabaco. Su padre, también de nombre Francisco Antonio Oribe de las Casas, abrazó la carrera militar y viajó a América en 1777, con la expedición del Virrey Pedro de Cevallos, como Oficial del Real Cuerpo de Artillería. Don Francisco Antonio y María Francisca contrajeron matrimonio el 29 de marzo de 1783, y tuvieron 12 hijos entre ese año y 1798, siendo Manuel Ceferino su octavo hijo, nacido en 1792 como ya dijimos.

        En 1799, el ya Teniente Coronel Francisco Antonio Oribe es designado Comandante del Cuerpo de Artillería de Lima. Este hecho pautará una infancia (Manuel contaba con 7 años) de gran sacrificio. Piénsese en el traslado por vía terrestre de una familia de 14 miembros, la mayoría niños pequeños, debiendo cubrir una distancia de 3500 kilómetros con los medios disponibles en la época, incluyendo el cruce de la Cordillera de los Andes.

        Los Oribe de Viana debieron vender todas sus propiedades para poder financiar el viaje, y también porque Don Francisco y su señora pensaban en un alejamiento definitivo de Montevideo. Esta posibilidad se cumple para Don Francisco, quien enferma y muere en Lima en 1801, y este hecho marca tristemente la infancia de Manuel y sus hermanos. La familia retorna a Montevideo en medio de extremas necesidades y aquí son ayudados por la hermana de María Francisca, Margarita, quien al fallecer en 1813 sin haber tenido descendencia, lega sus propiedades a sus sobrinos. A Manuel le corresponden unos campos en Sarandí del Yi, que para la época lo constituían en un pequeño hacendado.

        Huérfano de padre a los nueve años de edad, se ha especulado con bastante lógica que el referente masculino de Manuel fue su tío carnal, el Brigadier Francisco Xavier de Viana. En 1812 éste se incorpora a las fuerzas del General Rondeau, que sitiaban Montevideo, y también Manuel, de 20 años, y su hermano Ignacio, de 17, abandonan la ciudad para servir con los sitiadores.

Huérfano de padre a los nueve años de edad, se ha especulado con bastante lógica que el referente masculino de Manuel fue su tío carnal, el Brigadier Francisco Xavier de Viana.

       Resulta imprescindible hacer notar la total filiación de los Oribe a los conceptos de honor, deber y disciplina. Hijos de familia noble, con posibilidades de estudio en Buenos Aires, alejados del peligro de la guerra, con posesiones materiales legadas por su tía, decidieron incorporarse a la lucha por la libertad. Téngase también en cuenta que provenían del patriciado capitalino, clase social que estaba más preocupada por mantener sus privilegios que por lograr beneficios para la comunidad, actitud que los Oribe siempre dejaron de lado, olvidando su individualidad, pese a su extrema juventud.

El contexto

       Montevideo es la capital más austral de América del Sur, lejanía a considerar en el momento de entender cómo se conformó el orden colonial en la Banda Oriental. Colonia del Sacramento (1680) y Montevideo (1723-30) fueron ciudades fundadas por la necesidad española de frenar el avance portugués en la zona, y por eso gobernadas por comandantes militares. La Banda Oriental del río Uruguay, como unidad territorial, integró primero la gobernación y luego el Virreinato del Río de la Plata, a su fundación en 1776. Dos años más tarde, Montevideo fue uno de los 24 puertos habilitados por la Pragmática de Libre Comercio, además de ser puerto único para la introducción de esclavos en el virreinato.

        Además de su condición de apostadero naval, también fue determinante una fuerte presencia militar y comercial española en la ciudad. La ambición portuguesa sobre un territorio vecino que esperaban reclamar por el principio del utis possidetis (como tú poseías, continuarás poseyendo) y la rivalidad pero también complementariedad comercial respecto al puerto de Buenos Aires, fueron los factores geopolíticos sobre la ciudad y su territorio.

        En 1828, luego de cuatro años de lucha, el territorio fue reconocido como independiente por medio de la Convención Preliminar de Paz, firmada por los países vecinos y litigantes, sin participación de los dirigentes orientales que habían sostenido la rebelión. Dos artículos, el que dejaba abierta la navegación del río Uruguay y sus afluentes (conquista comercial inglesa, que fue la mediadora del conflicto) y el que indeterminaba los límites, condicionaban la posibilidad del control territorial del nuevo estado.

        Es muy interesante para interpretar el futuro territorio lo que expresó Lord Ponsomby, en nombre de Inglaterra: “Europa no consentirá jamás que sólo dos Estados, el Brasil y la República Argentina, sean dueños exclusivos de las costas orientales de la América del Sur, desde más allá del Ecuador hasta el Cabo de Hornos” (Acevedo, Anales, 1933, I, 311).

Manuel Ceferino Oribe y Viana (26 de agosto de 1792 – 12 de noviembre de 1857).

        Estas debilidades iban a generar disturbios, que, en caso de ocurrir, justificarían la intervención de Brasil y de las Provincias Unidas. Ese “auxilio” se brindaría hasta cinco años después de jurada la Constitución. Pasado ese perentorio plazo, se llegaría al estado de “perfecta y absoluta independencia”.

        El nuevo Estado Oriental, producto de las luchas de un primer movimiento federal (el artiguista) y de un segundo (Treinta y Tres Orientales) que hizo suyas las ideas de Artigas, se constituyó sin embargo bajo la forma unitaria. La soberanía concentró las antiguas potestades del soberano en la primera constitución del nuevo estado. La Carta Magna debía proveer normas y legitimaciones, siendo legítima en sí misma: el “ideal constitucionalista” nacía así con el país. La Constitución de 1830 que lo nominó Estado Oriental del Uruguay, también lo definió como “la asociación política de todos los ciudadanos comprendidos en sus nueve departamentos” y declaró que la soberanía residía en la nación. La forma de gobierno era la república.

 El Estado Oriental nace con su frontera terrestre con Brasil mal definida, una superposición monetaria y un agotamiento productivo derivado del estado de guerra vivido. Pese a esto, por su condición geopolítica de fértil pradera y de puerto natural, era considerado un enclave estratégico por los agentes de Inglaterra e, incluso, de los estados vecinos, que posteriormente dieron pruebas de no reconocer la independencia alcanzada.

        Las primeras presidencias recayeron en: Fructuoso Rivera y Manuel Oribe. Con dos modalidades diferentes, ambos encarnaron el modelo de caudillo de mandato altamente personal, pese al ideal constitucionalista que primaba en el imaginario oriental. La legitimidad política de ambos provenía de las victorias que habían protagonizado en las luchas por la independencia.

         Culminado el marco temporal durante el cual el país estuvo bajo observación, el conflicto estalló: en 1838 Rivera obligó a su sucesor Oribe a “resignar” el cargo de presidente, el cual fue retomado por Rivera. La disputa entre Rivera, un caudillo ajeno a las normas de administración del estado, y Oribe, cuya conducta estaba pautada por el culto a la disciplina y a la autoridad, fue acumulando elementos que desembocarían en la conformación de bandos o divisas que luego devendrían en partidos políticos. Dicho proceso transcurrió sumando a las divisas (grupos de simpatía y/o dependencia personal del caudillo) elementos de madurez político-partidaria (principios de gobierno, estructuras organizativas, autoridades, disciplina, un panteón de mártires de “la causa”, la idea de comunidad histórica y sus correspondientes sentimientos de pertenencia).

 La estrecha vinculación de los orientales con el mundo político rioplatense era muy alta, dado el reciente desprendimiento del país respecto al antiguo virreinato, por lo cual, rápidamente, el partido “colorado” que generó Rivera, y el “blanco” que fundó Oribe, se vincularon respectivamente con el enfrentamiento entre unitarios y federales argentinos.

          En 1843, con el retorno al país de las tropas del depuesto Oribe, respaldadas por el ejército del federal Juan Manuel de Rosas, Montevideo se dividió en dos, un gobierno blanco ubicado en el “Cerrito”, y un gobierno colorado ubicado en la parte antigua de la ciudad, llamado “de la Defensa” (refugio de los unitarios argentinos que huían de la capital argentina dominada por Rosas). Los blancos sitiaron a los colorados, mientras la guerra civil se convertía en guerra regional. Los partidos tradicionales nacieron en paralelo al ya señalado ideal constitucionalista, y juntos con el país.

          La presencia Garibaldi y de las flotas de Francia e Inglaterra (con intereses en mantener abiertos los ríos que Rosas, en su afán de reconstrucción del territorio del antiguo virreinato, les negaba navegar, por considerarlos ríos interiores) convirtieron al conflicto en internacional. La Guerra Grande se extendió desde 1839 hasta 1851.

          El enfrentamiento finalizó cuando, al desgaste que produjo, se sumó la retirada de los ingleses y franceses, lo cual dejó la solución del conflicto en manos de un nuevo liderazgo dentro del partido federal (el de Justo José de Urquiza) y de la intervención brasileña, que sumaron fuerzas a los colorados unitarios y a varios blancos que abandonaron las filas de Oribe. En 1851 se llegó a un acuerdo que proclamó “ni vencidos ni vencedores” y que permitió al Uruguay recuperar la paz, mientras las tropas unificadas derrotaban poco después a Rosas, en la batalla de Monte Caseros.

Los partidos tradicionales nacieron en paralelo al ya señalado ideal constitucionalista, y juntos con el país.

          Pese a ser estar amenazada y expuesta en su debilidad a lo largo de toda la guerra, la independencia del Uruguay logró sobrevivir al conflicto. Los partidos (a los cuales a partir de 1851 se intentó sin resultado suprimir, por considerárselos un mal que conspiraba contra la unidad del país) demostraron ser funcionales al estado. Lo hicieron cuando el estado se fortaleció lo suficiente como para dominar su territorio y afianzar una república democrática que garantizara la representatividad de las minorías y la alternancia en el poder. Esa tarea culminó recién en las primeras décadas del siglo XX.

El militar profesional, primera espada de la región

        El desempeño militar del Brigadier General Manuel Oribe comprende 30 años de su vida. Muy juvenil, en 1812 se incorporó a la revolución oriental, y fue su última actuación en la batalla de Arroyo Grande en 1842. Posteriormente, dos años antes de su muerte, un hecho histórico en 1855 lo convocó para respaldar las leyes, y volvió brevemente a las armas.

        En el plano militar, la existencia de Oribe está signada por varias claves: educación y preparación profesional, férrea disciplina, severidad, apego y cumplimiento fiel de los reglamentos, y por un sólo efecto: prestigio en base a su constante éxito. Sobre los resultados militares obtenidos por Manuel Oribe, decía Luis Alberto de Herrera que “cansa a la victoria”.

El desempeño militar del Brigadier General Manuel Oribe comprende 30 años de su vida.

         Durante este correlato de la vida militar de Oribe debe tenerse especialmente en cuenta que ningún estado moderno de América existía como tal, la llamada Banda Oriental (que se refería al río Uruguay) se extendía unos 500 kilómetros al norte (prácticamente hasta la altura de la actual Misiones), las Provincias Unidas se llamaban, pero no eran tales, ya que existía una gran tensión entre el norte y Buenos Aires; y en este período se produce la escisión de Brasil del Reino de Portugal.

Las luchas de la Patria Vieja entre 1812 y 1817, integrando la fuerza de batalla

        Cuenta la tradición oral que en 1812, estando Montevideo sitiada, doña Francisca, la madre de Oribe (viuda y con 12 hijos a cargo, confinada en la ciudad) huye y conduce de la mano a sus hijos Manuel e Ignacio ante el General Rondeau, y le dijo: “Vine a entregar a las fuerzas revolucionarias a mis hijos en condición de batallar”. Y como lo expresa en una carta posterior “porque no ha querido, por más esfuerzos que hicieran los contrarios, se enrolase en el catálogo de los opresores de América el apellido de los Oribe”.

         Su bautismo de fuego fue en la Batalla del Cerrito, el 31 de diciembre de 1812. Su desempeño les valió obtener becas en la Academia Militar del Río de la Plata, donde Manuel obtuvo el grado de Subteniente de Artillería el 4 de diciembre de 1813. En diciembre de 1814 fue ascendido a Teniente de Granaderos, y cuando los orientales ingresaron a Montevideo expulsando a la tristemente recordada “dominación porteña”, el Gobernador Fernando Otorgués le concedió el grado de Capitán de Artillería.

Manuel Ceferino Oribe y Viana (1792–1857).

Manuel Ceferino Oribe y Viana (1792–1857).

         Con esa jerarquía se desempeñó entre 1815 a 1817 en las fuerzas artiguistas. Durante los enfrentamientos entre orientales de 1816, se fortaleció en Montevideo una tendencia contraria al representante artiguista Don Miguel Barreiro, y algunos oficiales jóvenes lo tomaron prisionero y lo encerraron en el Cabildo. El Capitán Oribe, mostrando por primera vez lo que sería su apego a la institucionalidad, procedió, hacha en mano, a liberar a Barreiro y restituirlo en sus funciones del mando político de la ciudad.

         Pero las diferencias siguieron, y cuando la intriga entre unitarios bonaerenses y lusitanos provocó la invasión portuguesa y ocupación de Montevideo, Artigas nombró a Rivera al mando de las fuerzas que deberían hostilizar al invasor. Esta decisión generó resistencia entre la oficialidad joven. Los hermanos Oribe, Pedro Lenguas, Santiago Sierra, Vicente Lapido y otros oficiales decidieron emprender el camino del exilio, cruzando a Buenos Aires con sus familias el 7 de octubre de 1817, donde él permaneció hasta 1820.

En los intentos revolucionarios de 1822 y 1823. La espada que mantuvo el Cabildo de Montevideo

        Ya de regreso en la Banda Oriental en 1820, Oribe se vinculó con el grupo de patriotas que integraban la Logia “Caballeros Orientales”, que pugnaba por la independencia y la expulsión de los portugueses para fundar la confederación.

        El 7 de septiembre de 1822 Brasil declara su independencia del Reino de Portugal. Montevideo, como plaza ocupada, sufrió la tensión entre quienes pretendían permanecer fieles al reino europeo, liderados por Álvaro Da Costa, y quienes apoyaban al nuevo imperio, comandados por el General Lecor. Quien se retira de la ciudad y espera la llegada de Rivera con fuerzas riograndenses, con las cuales logra dominar la campaña oriental a favor de los brasileños.

       Mientras tanto, los integrantes de “Caballeros Orientales” logran en Montevideo nombrar un Cabildo popular, bajo la complacencia de Da Costa, que se mantenía firme y fiel a Portugal, manifestando que no entregaría la ciudad a las fuerzas brasileras, sino al Cabildo. Esto se efectiviza el 3 de enero de 1823, cuando este órgano asume “el gobierno civil de la Provincia”, bajo la protección militar de Manuel Oribe.

Ya de regreso en la Banda Oriental en 1820, Oribe se vinculó con el grupo de patriotas que integraban la Logia “Caballeros Orientales”, que pugnaba por la independencia y la expulsión de los portugueses para fundar la confederación.

       El 17 de marzo Oribe derrota a la vanguardia de Rivera en el paso de Casavalle, y luego de otros hechos de armas victoriosos, el Cabildo lo designa Sargento Mayor. El 20 de octubre de 1823 el Cabildo declara la independencia de la Provincia Oriental y se manifiesta a favor de unirse a las otras provincias del Río de la Plata; pero el 18 de noviembre Da Costa y Lecor firman una convención, por la cual el primero se retira con sus tropas hacia Europa y entrega Montevideo a Lecor, así pusieron fin al intento revolucionario.

       Nuevamente, pese a la sucesión de victorias militares, el acuerdo entre los jefes lusitanos obliga a Oribe y a sus seguidores a partir al exilio en Buenos Aires. Puede decirse que comienza aquí la última etapa de dominación extranjera en el territorio nacional.

La organización y segunda jefatura de la Cruzada Libertadora de 1825

       Oribe se radicó en Buenos Aires, no para descansar, sino para emprender un nuevo movimiento revolucionario a favor de la libertad de su patria. Se vinculó inmediatamente con Lavalleja, Trápani y otros orientales exilados, y particularmente con los federales argentinos, con quienes inició una larga amistad basada en los principios e ideas perseguidas para ambas márgenes del Plata.

       Así como el mando militar de la Cruzada fue puesto en manos de Lavalleja, quien contaba con mayor jerarquía, la organización eficaz y los trabajos previos, así como las acciones para despistar a los espías de Lecor y Rivera, estuvieron a cargo de Manuel Oribe, quien fue designado jefe de la empresa.

       El 19 de abril de 1825 desembarcan en el Arenal Grande, conocido como la Graseada (paraje inmortalizado como Agraciada). Inmediatamente, se le confía a Oribe una fuerza militar bajo la denominación de “Dragones Libertadores”, con los que se destacará en las batallas de Sarandí y del Cerro. En un rápido despliegue, el 7 de mayo Oribe y Bonifacio Isas cercan Montevideo, y se suceden varias partidas de hostigamiento a las fuerzas brasileras. Durante este breve período, Oribe descubre un complot orquestado por los llamados “orientales abrasilerados” liderados por Nicolás Herrera y con la asistencia del propio Isas, procede a la detención de los conspiradores, los somete a proceso, son condenados a muerte, pero amnistiados por Oribe.

El 1o de septiembre de 1825 Oribe es ascendido a Teniente Coronel por parte del Gobierno Provisorio, instalado en Florida desde junio. Este gobierno nombra a Lavalleja Capitán General y Comandante en Jefe del Ejército patrio, y a Rivera como Inspector General del Ejército. El 20 de agosto se elige presidente al Presbítero Luis Larrobla y el 25 se aprueban las primeras tres leyes: Independencia, Unión y Pabellón.

Ocurren entonces hechos militares conocidos y que determinaron el destino de la Provincia Oriental:

  • El 24 de septiembre Rivera sorprende y despoja de gran parte de la caballada a las fuerzas brasileras en el Rincón de las Gallinas.
  • Menos de 20 días después, los brasileros unen todas sus columnas disponibles y se dirigen a Florida, con el objetivo de capturar al gobierno provisorio y disolver la Sala de Representantes. Manuel Oribe informa estas novedades a Lavalleja desde el sitio a Montevideo, mientras Ignacio confluye desde Cerro Largo.
  • Lavalleja, en tanto, se moviliza para controlar las columnas brasileñas que se dirigen a Florida. El 10 de octubre Oribe, ya constituido en vanguardia, recibe orden de Lavalleja de retroceder y aguardar hasta la Horqueta del Arroyo Sarandí.
  • Dos días después se libra la Batalla de Sarandí, que decidirá el destino de la Provincia Oriental, siendo Oribe quien comanda el centro del ejército patrio, siendo sus subordinados directos Bernabé Rivera, Manuel Freire e Ignacio Oribe, y quienes soportan el peso del ataque y los embates brasileños.

Luego de esta batalla, Oribe es ascendido a Coronel Graduado del Ejercito Oriental.

El liderazgo del Ejercito Republicano argentino-oriental en la campaña contra el Brasil (1825-1827)

        El 10 de diciembre de 1825, el Imperio del Brasil declara la guerra a las Provincias Unidas del Río de la Plata, al conocer la intención de éstas de incorporar a la Provincia Oriental. El gobierno unitario decide conformar un ejército republicano comandado primero por Martín Rodríguez y luego por Carlos María de Alvear.

        El 9 de febrero de 1826, antes de que llegaran estas fuerzas argentinas, Oribe libra al frente de los Dragones Libertadores un importante combate en las inmediaciones del Cerro de Montevideo, donde ataca a una columna brasileña propinándole un grave revés. Este triunfo mostró a las fuerzas apostadas en Montevideo que no sería posible desplegarse sin sufrir los embates de Oribe, y así limitó en gran forma el accionar del enemigo.

Revista del Ejército del General Manuel Oribe, 1851.

        Luego de las Batallas de Rincón, Sarandí y Cerro, la resistencia brasileña en el territorio quedó circunscripta a Montevideo y Colonia. Toda la campaña estaba en poder de los orientales, y para encontrar fuerzas brasileñas se debía transponer la frontera norte. Este emprendimiento fue realizado por el General Alvear, al mando de fuerzas orientales y argentinas, entre las cuales se contaba el Regimiento 9o de Caballería, al mando del Coronel Manuel Oribe.

        El 20 de febrero de 1827 las fuerzas orientales y argentinas obtienen resonante victoria en la Batalla de Ituzaingó (actual Rosario do Sul, unos 100 km al norte de la actual ciudad de Rivera). Existen escritos del Coronel Antonio Díaz sobre el famoso episodio de las charreteras. En cierta fase de la batalla, las tropas de Oribe son hostigadas por fuerte fuego de artillería, y esto las hizo declinar en el avance y dar la espalda al enemigo. Al ver esta reacción, Oribe se desprende las charreteras de su vistoso uniforme y profiere a viva voz que no quería mandar tales soldados de una unidad “tan floja”. Esto hace reaccionar a sus subordinados y logran capturar las baterías enemigas, no sin mucho esfuerzo y bajas.

En los inicios de la vida constitucional (1830-1835)

En este período pueden mencionarse los siguientes reconocimientos:

  • El 14 de agosto de 1832, el Presidente del Senado, en ejercicio del Poder Ejecutivo asciende a Oribe a la jerarquía de Coronel Mayor.
  • El 9 de octubre de 1833 es designado Ministro de Guerra y Marina.
  • El 24 de febrero de 1835, días antes de asumir la Presidencia de la República, fue designado en la máxima jerarquía del ejército como Brigadier General.

Como Presidente de la República contra la revolución de Rivera en 1837

        Ante el levantamiento de Rivera contra el gobierno constitucional, Oribe, en su calidad de Presidente de la República, convoca a la Guardia Nacional, a la que concurren diversos orientales con el objeto de defender el orden legal. Esta fuerza ciudadana se une al ejército gubernamental, y al mando de Ignacio Oribe, y revistando casi la totalidad de los Treinta y Tres Orientales, incluido Lavalleja, enfrentan a las fuerzas revolucionarias en campos de Carpintería, obligándolas a replegarse en Río Grande do Sul.

       Rivera tenía la intención de conseguir apoyo del imperio del Brasil y, paralelamente, pactó con Juan Lavalle, jefe de las facciones unitarias de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Recientemente iniciada la revolución farroupilha, que pugnaba por la independencia del sur brasileño y la creación de una república, Rivera cambió de idea y se propuso ayudarlos para que colaboraran con él en la invasión a la Banda Oriental.

        Enterado de la próxima invasión, Oribe consigue autorización en la Asamblea General para salir a enfrentar a los revolucionarios en la campaña, y comete el error de dividir sus fuerzas: envía a Ignacio Oribe a Paysandú, otra columna al mando de Eugenio Garzón al Río Negro, mientras que el resto del ejército a su mando intentaría en el norte impedir la invasión.

Rivera vence a Oribe en Yucutujá (actual departamento de Salto), con la ayuda de farroupilhos y de Lavalle, el 22 de octubre de 1837. Sin embargo, tras reorganizar sus fuerzas, Oribe volvió a enfrentar a Rivera en Paso Real del Yi, próximo a Durazno, y en esta oportunidad Oribe es vencedor.

        Rivera vence a Oribe en Yucutujá (actual departamento de Salto), con la ayuda de farroupilhos y de Lavalle, el 22 de octubre de 1837. Sin embargo, tras reorganizar sus fuerzas, Oribe volvió a enfrentar a Rivera en Paso Real del Yi, próximo a Durazno, y en esta oportunidad Oribe es vencedor. Luego de esta derrota, Rivera inicia la llamada “guerra de recursos”, que consistía en un constante movimiento por el territorio, esperando nuevos refuerzos desde Río Grande y las fuerzas unitarias.

        El 15 de junio de 1838, Ignacio Oribe es derrotado por Rivera en Palmar, y comenzó el rápido proceso de presión de unitarios argentinos, farrapos brasileños, y fuerzas militares navales francesas, por la cual su hermano Manuel, presidente constitucional del país, debió renunciar y emigrar a Buenos Aires. 

En las guerras civiles argentinas

       Llegado a Argentina, Oribe es recibido por el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, como presidente. Pero se percibían las primeras señales de una guerra regional, provocada por los compromisos devenidos de los acuerdos de Rivera, que debían cumplir los intereses brasileños, franceses y unitarios. En 1839 se conformó la Coalición del norte, compuesta por las provincias de Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja, bajo el control de unitarios.

        Para combatir esta coalición, los federales argentinos decidieron conformar un ejército, dando el mando supremo del mismo a Manuel Oribe. Quien encabezó  una fuerza de 10000 hombres y en 1840 se puso en marcha para enfrentar a la Coalición del Norte, cuyos ejércitos pasaron a ser comandados primero por Paz y luego Lavalle.

        Una serie de victorias resonantes de Oribe devinieron, el 20 de octubre de 1840, en la firma de la paz con la monarquía francesa, lo que redujo a solo sus fuerzas a los unitarios, sin ayuda extranjera. Un mes después, el 28 de noviembre, se produjo la batalla de Quebracho Herrado, en la cual la caballería de Oribe infligió graves daños y muertos al ejército de Lavalle.

        El 19 de setiembre de 1841, luego de varias evasivas y maniobras de Lavalle, éste se enfrentó a Oribe en Famaillá, a las puertas de Tucumán, siendo nuevamente derrotadas las menguadas fuerzas unitarias. Con grandes pérdidas humanas, Lavalle llega huyendo a Jujuy el 9 de octubre con 200 hombres. Estando hospedado en la casa del Dr. Bedoya, Lavalle fue alcanzado por una descarga efectuada contra la puerta de calle y que le provocó la muerte.

       La muerte de Lavalle generó el desmantelamiento del frente norte, retornando Oribe con su ejército de la Confederación hacia Buenos Aires. Luego de esta derrota, los unitarios del norte reclamaron a Rivera, quien había recuperado en 1839 el gobierno de Uruguay, que cumpliera sus compromisos e interviniera en el conflicto.

Campañas en territorio argentino al frente del ejército oriental-argentino entre 1841 y 1842

       Un hecho curioso, y que muestra la difusa situación institucional de la época, es el caso de las luchas entre federales y unitarios en territorio argentino, con fuerzas aportadas por los dos bandos, pero comandados en ambos casos por militares de la Banda Oriental. El General Rivera lideraba la facción unitaria y Manuel Oribe las fuerzas federales de Rosas.

Su último liderazgo militar

       Finalmente, en 1855, ya retirado, se coloca al frente de su querida Guarda Nacional para expulsar a los conservadores y respaldar el gobierno constitucional de Bustamante.

El estadista

       Militar profesional en tiempos en que las carreras se construían sobre el mandato, hombre de guerra y ganador de decenas de batallas, era un obsesionado por la paz apoyada en derechos iguales para gobernados y gobernantes. Deseó fervientemente que la nacionalidad se articulase en la estructura de la ley, ordenadora de las sociedades y cimiento del porvenir.

       Soldado de cuño español, las ordenanzas y los reglamentos castrenses habían fortalecido su personalidad. Su obsesión por el cumplimiento de las leyes y los reglamentos era esencial en su carácter, y en el entorno y tiempo de los primeros años de la patria, ésta era forjada y gobernada por soldados. En ese ambiente, Manuel Oribe llevaba la ventaja en virtud de su preparación militar profesional y de sus antecedentes familiares.

      Hombre aferrado a la institucionalidad, su primera conducta ejemplar como estadista será el apoyo legitimista al presidente Rivera ante el intento revolucionario de Lavalleja, durante la primera presidencia constitucional, que le valió un gran prestigio como defensor de la ley.

      Como gobernante cumple dos períodos: dos años de presidencia constitucional, cortados por la revolución de Rivera y la intervención extranjera (1o de marzo de 1835-24 de octubre de 1838), y el período de gobierno del Cerrito durante la Guerra Grande (1843-1851).

      Abordaremos a continuación su actividad como estadista durante la segunda Presidencia Constitucional de la República. Manuel Oribe de Viana, a inicios de 1835 era Ministro de Guerra y Marina del gobierno de Rivera, recientemente ascendido a Brigadier General, y fue electo Presidente de la República por la Asamblea General, con la unanimidad de los votos, cargo que asumió el 1o de marzo de 1835.

      La situación del gobierno cuando él asumió era crítica: los cofres del erario público estaban exhaustos, sin crédito, y con una deuda contabilizada de dos millones doscientos mil pesos. Las medidas adoptadas para recomponer las finanzas públicas, lideradas por Oribe y su Ministro de Hacienda Juan María Pérez, fueron:

  • Emitir bonos del tesoro.
  • Gravar con impuestos las actividades industriales, comerciales y las propiedades inmuebles.
  • Establecer un día de descuento cada seis meses de trabajo a sueldos mayores de cierta cantidad.
  • Reducir el número de oficiales del ejército en actividad.
  • Crear un libro de deuda y rentas públicas para su ordenamiento.
  • Fundar la Caja de Amortización para formalizar los pagos.
  • Establecer una comisión para examinar las cuentas del gobierno anterior.

       Estas medidas chocaban indudablemente con el Gral. Rivera y su primer gobierno constitucional, así como con la concepción primitiva y desordenada del Estado, luego de veinticinco años de revolución. La falta de orden era la cultura generalizada. Al final de este período gubernamental incompleto, el Estado podía hacer frente al mismo tiempo a los gastos del día y a los pasados, además presentaba un superávit de unos quinientos mil pesos. Al respecto, el entonces Ministro de Hacienda, Juan María Pérez, expresó: “Nuestras rentas ordinarias están enteramente libres hoy, después de haber llenado los gastos del presupuesto y haber atendido diferentes obras de importancia, reparos, aprestos militares, composición de caminos y con esto hemos arribado a demostrar que nuestras rentas nos bastan”.

En cuanto a medidas de ordenamiento y de promoción, pueden enumerarse:

  • El fortalecimiento de la higiene pública, dictando el Reglamento de Policía Sanitaria.
  • Creación de los primeros servicios de seguridad social, primero para los militares retirados y viudas de caídos, y luego para el resto de los funcionarios públicos.
  • Organización de los servicios de correos, herramienta fundamental para la comunicación entre la capital y las ciudades y villas del interior.
  • Unificación de los fueros civil y eclesiástico.
  • Comienza la tarea de liberación de esclavos, anulando los permisos de navegación a los barcos dedicados a este tráfico. Además, decreta que todos los siervos que pisaran suelo oriental serían libres de hecho y de derecho.
  • Reorienta el impuesto al ganado en pie hacia un impuesto de producción y renta, con el objetivo de simplificarlo y que fuera más ajustado.

      Un punto aparte merecen las medidas institucionales en materia de educación, tema que fue siempre una obsesión para Oribe. Con la estrecha colaboración de Dámaso Antonio Larrañaga, adoptó decisiones que prestigiaron su gestión:

  • Creación de escuelas en todo el país.
  • Extensión del método lancasteriano de enseñanza.
  • Mejoramiento de los niveles docentes, trayendo educadores españoles y sacerdotes escolapios para dictar cursos.
  • Se decretó libre de derechos de importación el papel y libros.
  • Se reabrió la Biblioteca Nacional, en 1838, con 1500 libros.
  • Ese mismo año se fundó la Universidad de la República, sobre las bases de algunas cátedras creadas por el propio Larrañaga.

       En el plano internacional, el gobierno de Oribe no descansó: envió a Juan Francisco Giró a Europa con dos misiones: que la Madre Patria reconociera nuestra independencia y para que éste consiguiera un empréstito tanto en España como en Inglaterra, pero ambos intentos financieros fracasaron debido a las noticias de la revolución de Rivera, que no ofrecía señales de estabilidad y debido a los excesivos requerimientos ingleses que Oribe se negó a aceptar.

      Este fermental período gubernamental de Oribe finaliza el 24 de octubre de 1838, día en que presenta su carta de resignación al cargo, situación provocada por la revolución riverista, ayudada por fuerzas del sur brasileño, presión de la marina francesa sobre el puerto y un desentendimiento con su amigo Juan Manuel de Rosas, gobernante federalista de Buenos Aires.

El Gobierno del Cerrito durante la Guerra Grande

        El 16 de febrero de 1843 Manuel Oribe se hace presente frente a Montevideo. La plaza ya esperaba el asedio, y con ayuda de tropas y artillería francesa había sido mejorada en cuanto a sus defensas.

Bandera del Estado Oriental del Uruguay usada por las fuerzas del Partido Blanco hasta 1851.

Bandera del Estado Oriental del Uruguay usada por las fuerzas del Partido Blanco hasta 1851.

         La pequeña península montevideana estaba habitada por seguidores de Rivera: unitarios, franceses y con el correr del tiempo algunos ingleses y la legión garibaldina. Cercanos, en la costa, estaban la flota francesa y algunos buques ingleses atentos a no ceder ventaja a sus vecinos europeos. En este panorama, el Gobierno del Cerrito iba a ser responsable de la administración de todo el resto del territorio al este del Río Uruguay. Serán nueve años de gestión que mostrarán la más alta talla de gobernante y soldado en la vida de Oribe, con un ansia irrefrenable por ocupar todos los huecos del ejercicio del poder, basado en su voluntad de hacer.

         La guerra, estado natural de la vida de los orientales desde inicios de la revolución, había dejado su marca: una campaña despoblada e improductiva, ciudades anémicas por falta de comercio e industrias, desorden y desaliento general, ciudadanos que no podían ejercer sus derechos y erarios vacíos.

        Cuando Oribe comprobó que el sitio iba para largo, y que era necesario emprender tareas de gobierno permanente a aplicar en el territorio bajo su mando, tres futuros presidentes del país lo acompañaron en la organización: Bernardo P. Berro, Atanasio Cruz Aguirre y Juan Francisco Giró, con gran influencia en el área de derecho de Carlos G. Villademoros. Contó también con colaboradores militares: Tomás Villalba, Diego Lamas, su hermano Ignacio, Lucas Piris, Manuel Melgar y Elías Silva, estos últimos soldados de la independencia.

         El gobierno de Oribe en el Cerrito no se limitó a mantener un orden militar en el territorio, y desarrolló las acciones gubernamentales y administrativas que las circunstancias permitieron, que abarcaron todos los aspectos del quehacer nacional. Podemos resaltar algunas medidas gubernativas tomadas a lo largo de los 9 años:

  • En 1843 se habilita el Puerto del Buceo, se nombra Jefe Político de Montevideo, se prohíbe la exportación de ganados al Brasil y se ordena el censo de las familias con deudos en el bando enemigo.
  • En 1844 se establecen patentes de giro provisorias, normas sobre la publicidad de los actos de gobierno, se crean la Receptoría General del Uruguay, el Juzgado Provisorio de Comercio, y el de primera instancia en lo civil y criminal. Se designan defensores de menores y esclavos. En el área política, se dispone que los comandantes generales eleven ternas para la elección de alcaldes y designen jueces de paz.
  • En 1845 se comprueba gran actividad gubernamental en materia de justicia: se designan Jueces de Paz de Montevideo y Agente Fiscal del Crimen. En Canelones, Minas, San José y Cerro Largo se designan los Alcaldes Ordinarios. Se designa el Tribunal Superior de Justicia y el Fiscal General del Estado.
  • Ese mismo año se logró reunir la legislatura, que aprobó dos leyes fundamentales: la primera, rezaba en su artículo primero: “donde quiera se halle reunida la tercera legislatura constitucional de la república y los otros poderes constitucionales, allí estará representada la nación oriental y su legítimo gobierno”. En su artículo segundo decía: “en la plaza de Montevideo sometida a las armas extranjeras no existe ningún gobierno erigido por la libre y espontánea voluntad del pueblo oriental”. En noviembre de ese mismo año, la segunda ley aprueba todos los actos y disposiciones de Oribe, desde 1838 a la fecha, y lo inviste de facultades extraordinarias.
  • En 1846 se dispone un relevamiento de escuelas públicas y privadas, y al fin de este año, la más gloriosa decisión: se declara abolida la esclavitud.
  • En 1847 se dictan normas para prevenir incendios en los campos, se comunica la suspensión del conflicto acordada con Francia e Inglaterra, se dispone que las oficinas receptoras de aduana actúen independientemente del mando militar de puertos y se ordena un censo de ganados.
  • En 1848 se rehabilita el puerto de Colonia, dispone la elección para magistrados judiciales, se remite a todos los departamentos un ejemplar del Tratado de Agricultura, del Padre Pérez Castellano.
  • En 1849 se restringe el despacho de medicinas a las personas idóneas en farmacia, se denomina General Artigas a la calle principal de la Villa de Restauración (actual barrio de la Unión), primer gesto reivindicativo hacia el Héroe Nacional. Se invita a los curas párrocos a celebrar un concilio y se fijan los límites del Departamento de Tacuarembó.
  • En 1850 se instituye una Comisión de Instrucción Pública, se comienza el enrolamiento de cadetes en la carrera militar, se adoptan medidas para el combate de los perros cimarrones y se dictan normas para mercaderías de exportación.
  • En 1851 se establecen normas a seguir ante reclamaciones fronterizas de los brasileños, se convoca a la guardia nacional, excluyendo de la misma a los capataces de estancia, y el 7 de octubre se comunica el cese del Gobierno del Cerrito, en ocasión de celebrarse el primer Pacto con Urquiza, que fuera luego rechazado por el gobierno de la Defensa de Montevideo, generando el texto final del 8 de octubre, que proclamaba el conocido “sin vencidos ni vencedores”, pero que permitió a su vez, luego de negociaciones, la pérdida de gran parte del territorio a manos de los brasileños.

           No podemos finalizar esta parte de la semblanza sin resaltar la influencia posterior con la que amparó el gobierno constitucional de Francisco Giró entre 1852 y 1853, y la funesta consecuencia que tuvo el decretado alejamiento de Oribe a España por el mismo Giró, presionado por quienes temían el prestigio del Brigadier General. Este alejamiento dejó al presidente a merced de una rápida destitución, producida luego de una revuelta el mismo 18 de julio de 1853, durante los festejos de la Jura de la Constitución.

        Desde que regresó de España en 1855, Oribe siempre buscó la recomposición del estado de derecho, logró convencer a Venancio Flores (quien, aunque había sido el quincuagésimo presidente constitucional, fue expulsado de Montevideo por el doctorado anti caudillista) para entregar el poder al Presidente del Senado, Manuel Bustamante. El conocido Pacto de la Unión se firmó el 11 de noviembre de 1855, y en el mismo se comprometían ambos firmantes a renunciar a ser candidatos a la presidencia y a promover la candidatura de Gabriel Antonio Pereyra, quien el 1o de marzo de 1856 fue elegido como Presidente de la República, y así quedó restablecido el orden constitucional.

En 1846 se dispone un relevamiento de escuelas públicas y privadas, y al fin de este año, la más gloriosa decisión: se declara abolida la esclavitud.

        Éste fue su último gran acto de estadista, previo a fallecer el 12 de noviembre de 1857, a los 65 años de edad, en su quinta del Paso del Molino. No sin antes exhortar a sus amigos y correligionarios a prestar su apoyo a la causa del orden institucional de la república.

        El cónsul francés Maillefer, uno de los propulsores de su destierro, luego de su muerte, reconoció en su informe No 77: “Había sostenido constantemente y salvado más de una vez la autoridad legal. (…) Era el adversario celoso de las usurpaciones imperiales, a pesar de las zalamerías de que lo rodearon hasta en su lecho de muerte el Gabinete de Río y la Legación brasileña”.

El masón

        En Manuel Oribe se visualiza claramente la calidad de Masón operativo. Fue integrante de la Logia “Caballeros Racionales”, que posteriormente cambió su nombre y adoptó el clásico nombre de “Caballeros Orientales”, para contraponerse a las logias filo-portuguesas que funcionaban en la Banda Oriental. Esta logia tuvo una actuación muy destacada en la preparación de los intentos revolucionarios de 1823 y 1825 y desde ella se difundieron profusamente las ideas de independencia, libertad y unión, que prepararon los espíritus para los acontecimientos de 1825.

         Asimismo, Oribe participó de la idea de muchos libertadores, y en particular de San Martín, que entendían que la creación de logias era el medio más adecuado e insustituible para consagrar el triunfo de la causa de la independencia americana.

         Para integrar la Logia “Caballeros Orientales” se requería: ser americano, jurar por su honor dedicarse a luchar por la independencia de América, no admitir otro gobierno que no surgiera de la libre y expresa voluntad de los pueblos americanos.

          De acuerdo a las investigaciones de Lagomarsino, Manuel Oribe integró posteriormente la Logia “Asilo de la Virtud”, entre 1830 y 1831. Entre los documentos oficiales de los archivos históricos de la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, compilados y organizados por el investigador e historiador Mario Dotta Ostria, encontramos el Acta Constitutiva de la Logia mencionada, en la que los asistentes firman y agregan su grado masónico. Entre los primeros firmantes están Antonio Acuña, Francisco Lecocq y José María Platero, reconocidos integrantes de la Sociedad de los Caballeros Orientales.

          En un acta inmediata, ya asumidos sus cargos, detrás del también fundador Gabriel Pérez, quien ocupó el de Venerable Maestro, aparecen Antonio Acuña como Primer Vigilante y José María Platero como Segundo Vigilante. En una lista de concurrentes anexada a las actas, figura en el ingreso No 28 Pedro Hilario Lenguas, como General del Ejército y grado 31. Detrás suyo, en el ingreso No 40, firma Manuel Ceferino Oribe Viana, grado 31 y estableciendo su actividad como “Presidente de la República”.

         A partir de noviembre de 1834 integró como Secretario el Tribunal del Grado 31, siendo acompañado en aquella ocasión por los ilustres hermanos Gabriel Pérez, Pedro Lenguas, Juan y Paulino González y Jorge Tronsquist.

        Durante su primera magistratura (1835-1838) contó con la colaboración de destacados HH.·. MM.·., tales como Juan Benito Blanco (Ministro de Gobierno), Ramón Massini, Manuel Errazquin, Cristóbal G. Salvañach, Miguel Teodoro Vilardebó, Francisco Solano Antuña, Silvestre Blanco, Pablo Zufriategui, Juan Francisco Giró, Carlos de San Vicente y otros.

Al momento de su muerte, Manuel Oribe ostentaba el grado 33.

 

Referencias:

  • DE HERRERA, LUIS ALBERTO. Orígenes de la Guerra Grande
  • AUTORES VARIOS. Manuel Oribe – Fundador de la República
  • PELFORT, JORGE. Biografía de Manuel Oribe.
  • HERRAN, BLANQUITA. Manuel Oribe, el gran olvidado de nuestra historia –
  • Biografías Masónicas Orientales TOMO I, Comisión de Patrimonio Histórico Masónico, editado por la Gran Logia de la Masonería del Uruguay
  • RIBEIRO, ANA. De las independencias a los estados republicanos (1810-50). Uruguay, en Revista de la Asociación de Escribanos del Uruguay, tomo 97, ene.-jun. 2011.
  • Wikipedia:
http://es.wikipedia.orghttp://es.wikipedia.org, http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Presidentes_de_Uruguay

1 Comment

  1. Excelente semblanza historica. Rico patrimonio las ideas y principios aqui entrelazados con nuestro origen republicano.
    Gracias.

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